El pasado 29 de julio hablamos con Rafael Silva, hijo de Manuel Silva, quien supo tener en Paysandú varios locales de maquinitas además de armar y proveer maquinitas a varias localidades de la zona. Entre esos locales estaba El Gauchito. Rafael nos cuenta cómo surgió El Gauchito, cómo fue crecer y vivir siempre entre las maquinitas, y cómo todo se terminó por allá en el comienzo del nuevo milenio.
La entrevista, que la hicimos por video-llamada, se convirtió rápidamente en una charla informal entre tres sanduceros que rememoraban épocas de maquinitas e historias de adolescentes de un Paysandú de los 90. Para no aburrirlos con una transcripción literal de una conversación de hora y media, nos tomamos la libertad de sacar las partes más interesantes y resumirlas.
Varios minutos después de las obligadas introducciones e intercambios al estilo “yo me acuerdo de vos yendo al Gauchito” o “¿conocés a fulano?” o “¿conocés a fulano?”…
Javier: Bueno mirá Rafa, yo más o menos tengo unas preguntitas acá armadas que pensaba hacerle a la gente que entreviste. Vos sos la primera, así que bien ahí. Hay dos tipos de preguntas: las primeras son como preguntas más técnicas o cuantitativas, que yo después voy y las pongo en la tablita de cada página como dato de cada local y quedo chocho. Tipo… cuánto salía la ficha, de qué año a qué año estuvo, etcétera. Y después otras preguntas que son más anecdóticas capaz, contarnos… yo qué sé… un día típico en el local, qué clase de gente iba, y así. Así que si te parece arrancamos.
Rafael: Bárbaro. Te digo desde ya que esos datos te los puede dar con mucha más precisión mi padre. Aparte mi padre tiene un portafolio allá en Paysandú. Ustedes van a decir que es loco, pero él guarda todavía todos los resúmenes y las cosas de los gastos. Y con respecto a las fotos, ellos tienen allá, un registro gráfico seguro que van a conseguir. Pero dale nomas.
Javier: Perfecto. Bueno, capaz que algunas de esas preguntas las dejo para cuando hablemos con tu viejo pero te hago algunas de las otras. ¿Cómo era tu situación en El Gauchito? ¿Vos trabajabas ahí? ¿Dabas una mano cuando podías?
Rafael: Empiezo del principio. El Gauchito nació en el año… más o menos… antes que yo naciera. Yo nací en el 83. Creo que nació el año anterior, 82 u 81. Mi padre era el dueño de la cantina del Club Social y bueno, salió ese negocio. Fueron tres socios y abrieron El Gauchito. En un principio eran maquinitas, pool y bowling. Yo tengo una hermana más grande que tenía 7 años, y una más chica que tenía 1 año. Y bueno, mi hermana más chica y yo nos criamos en las maquinitas. Mi padre vendía fichas y yo estaba ahí en el coche de bebé. Y bueno, fui creciendo siempre entre medio de las máquinas y siempre me interesó, y por algo soy ingeniero en electrónica ahora, estudié eso.
Javier: ¡No tenías mucha escapatoria tampoco!
Rafael: No, no tenía mucha opción para elegir (risas). Y sí, cuando cumplí más o menos 14 o 15 años, mi padre me dio para trabajar ahí vendiendo fichas. La otra persona que trabajaba era Fernando Oviedo, con él podrían hablar. Él trabajó años, 10 años seguro. Yo cumplía un horario fijo. En el 91 más o menos nos mudamos al mismo local del Gauchito, en la parte de atrás. El predio del Gauchito era enorme. Entonces mi cuarto estaba atrás de las maquinitas, me levantaba y estaban las maquinitas. Mi padre me pagaba un sueldo fijo a mí y mi hermana más chica. Junto con Fernando atendíamos El Gauchito, mi padre se dedicaba más a armar las máquinas y atendía poco al público.
Javier: ¿Te acordás más o menos qué horarios hacían?
Rafael: Mirá, depende la época, pero abríamos de mañana tipo a las 8 o las 9. Iba mucha gente, mucho diariero. Había un grupito de diarieros que siempre iba temprano al terminar de laburar. Mucha gente que pasaba para el liceo 1 se quedaba. Muchos se hacían “la rata”, iban para ahí, los padres los dejaban en el liceo e iban para El Gauchito. De esas anécdotas tengo miles, los padres los iban a buscar, a veces teníamos que andar intermediando para que no los reten. Iba de todo, era un público de todo. Más o menos abríamos a esa hora y hacíamos de corrido, en la noche no teníamos horario de cierre. Si había gente nos quedábamos hasta las 3, 4 de la mañana igual. Como nosotros vivíamos ahí, no teníamos problema. Muchas veces cuando había poca gente, más o menos, ya sabíamos los turnos en que salía la gente del liceo. Por ejemplo a las 5 salía uno y ya se llenaba, o a la salida del nocturno tipo a las 12 también. Tipo a la 1 o a las 2 quedaba tranquilo y ahí yo me ponía a jugar. Estaba trabajando pero jugaba a la vez. Era otra época, mucho más tranquila. Nunca nos robaron, nunca tuvimos problema. Mi grupo de amigos siempre estaba, estaban todos al pedo, entonces vivían ahí en las maquinitas. Como estábamos toda la noche quedaban abiertas las maquinitas. No teníamos horario de cierre, cuando pintaba, cerrábamos.
Era un ambiente muy familiar también, iban muchas familias. Y yo me acuerdo que los padres, que tenían gurises chicos, los dejaban ahí. Nosotros éramos los niñeros. Nos dejaban 50 pesos y los gurises quedaban. Los padres iban a comer, al cine, y los gurises quedaban ahí. Ellos sabían que era un ambiente familiar y que más que fumar, que en esa época se podía, no había más problemas. Los fines de semana era muy común que los padres vayan y te digan “te dejo al gurí, cuidamelo”.
Javier: ¿En un horario pico cuanta gente había en el local?
Rafael: Mirá, a lo último, 98 o 2000, había un pub llamado center pool pegado a las maquinitas. En esa época era la mitad pub, la mitad Gauchito. Ustedes conocieron cuando era todo El Gauchito. En esa época, cuando se llenaba en hora pico entre las 18 y las 23, un sábado, te puedo decir que llegaban a haber 50 o 60 personas y siempre esperando para jugar. Era un código que no sé cómo hacían para memorizar quién estaba después y esperando para jugar. Habían máquinas puntuales que llevaban gente y siempre habia cola. Otras máquinas estaban mas para relleno.
Javier: ¿Y cuántas máquinas tenían?
Rafael: Unas 25 30 máquinas más o menos. Hubo una época que teníamos pool también. Cuando no teníamos pool, en ese espacio también hubieron maquinitas. Capaz que ahi eran 40 maquinitas. Después mi padre dividió El Gauchito, una mitad maquinitas y otra mitad el pub con los pools.
Javier: Eso sí que no me acuerdo. ¿A la izquierda de las maquinitas o a la derecha?
Rafael: A la derecha. Pegado a la pizzería estaban las maquinitas, y pegado a la inmobiliaria estaba el pub. Era solo pool y era para mayores. Había una puerta que comunicaba las dos cosas. Mi padre me acuerdo que de eso tiene fotos. En realidad en esa época no había muchos pubs, creo que fue el primero de Paysandú. El Bar, que se llamaba Centro Bar, estaba el salón de maquinitas arriba. Ese es otro local de maquinitas que fue de mi padre un tiempo y luego no, que se llamaba Centro Bar. Pero el vago recuerdo que tengo era que era otro ambiente de maquinitas. No era tan familiar, era mas turbio digamos, era otra gente. Después otro local grande era Burbujas, que era de mi padre, frente al Automóvil Club. Y después había otro también por Misiones, casi 18, pegado a la parrilla, era otro local grande que no me acuerdo el nombre, también de mi padre. Y después los de barrio, maquinitas en los bares, por todo lados. Mi padre se dedicaba a llevar a los pueblos por el interior. El otro salón grande que tuvo fue en las termas de Guaviyú. Ese salón también, las máquinas eran de mi padre y el salón eran de un amigo de él.
Javier: Ese capaz que ni nombre tenía.
Rafael: No, no me acuerdo.
Juan Pablo: ¡Serían “Las maquinitas de las termas”!
Rafael: ¡Creo que sí! Porque había muchos lugares que le decían a mi padre: quiero poner 1 o 2 maquinitas para complementar. No eran salones de maquinitas. Era muy común en pueblos, donde había un bar, habían maquinitas.
Javier: Con respecto a las máquinas, vos ya me adelantaste que tu padres las armaba, y medio que él vendía y alquilaba también. ¿Cómo se manejaba ese tema?
Rafael: Él trabajaba con “el gallego”. El gallego tenía el monopolio de las maquinitas en Uruguay y él las importaba. Entonces mi padre se las compraba a él, o las armaba.
Javier: ¿Ese gallego tiene algo que ver con la empresa Play Time?
Rafael: No me acuerdo. Él tenía una empresa grande, eso lo pueden confirmar con mi padre. Él vivía en Punta del Este. Era dueño de un local de maquinitas que creo que sigue. Un local añejo… y vos sabés que me suena Play Time.
Juan Pablo: Yo me acuerdo que muchas de las carcasas de las maquinitas decían Play Time, y de acá no era. Venían de otro lado y la mayoría decían eso.
Rafael: Claro, y puede ser que fuese él. Como era él que las importaba, y sino era el dueño de Willow, era uno u otro. Después había algún que otro importador chico acá en Montevideo, y mi padre conocía a todos. Mi padre… alguna máquina específica que él quería, la armaba de cero. Él compraba la plaqueta que era lo más caro, y después todo lo otro lo compraba acá: botones, fuente, palancas. La armazón, en el sótano del Gauchito mi padre tenía el taller y la armaba ahí. Mi padre nunca estudió electrónica. Le enseñó uno que le decían el porteño ahí en el sótano del Café del Teatro.
Hubo épocas que eran solo máquinas de él y otra época donde eran alquiladas. En el último tiempo que yo me acuerdo trabajaba con una persona que se las arrendaba, e iban mitad y mitad. En el último tiempo era así porque estaba imposible comprar una plaqueta. Me acuerdo clarito, la Tekken 3 le salió 5000 dólares la plaqueta. Era un furor en esa época.
Juan Pablo: Sí, en esa sí me acuerdo que hacíamos cola para jugar, y me acuerdo de verte jugar a vos. Creo que sos la única persona que jugaba con el que hace taekwondo… este… Hwoarang. Nunca vi a nadie jugar con este y eras el único que lo sabia usar.
Rafael: Armábamos campeonatos y después no me dejaban jugar a mí. Una porque era el hijo del dueño y otra porque ta… ¡estaba todo el día ahí! Ese que vos decís que yo sabía jugar… porque era imposible, no había internet. En esa época para saber los combos y los agarres, alguien que tuviera internet te los tenía que dar. Me acuerdo que andábamos con un papel impreso y eso valía oro. Esa máquina creo que fue una de las de más éxito que tuvo El Gauchito. Y no sé si te acordás… eso fue un invento de mi padre. ¿Vos te acordás cómo era la máquina?
Juan Pablo: Era media alargada, no era una maquinita común. Era un armatoste grande con la pantalla allá lejos y un coso largo para adelante.
Rafael: Claro. ¡Era un flipper! Mi padre agarró y la convirtió en máquina. Mi padre siempre fue re detallista y siempre fue admirado por como hacia las máquinas, que era un trabajo artesanal que a él le encantaba. Si vos la mirabas parecía importada. Hubo una época que él tuvo muchas maquinitas hechas por él y las repartía por todo Uruguay, más que nada el litoral.
Juan Pablo: ¿No tiene ninguna máquina en la casa?
Rafael: No no, cuando nosotros cerramos en el 2002, él ya había vendido todas las máquinas. Pero hasta ahora la gente lo llama para que le arreglen las máquinas que eran de él. Muchas personas, que las compraban para la barbacoa en la casa, lo llaman y él va. Él esta jubilado pero arregla todo lo que es eléctrico: heladeras, lavarropas… él vive de eso. Y hace 2 años está arreglando pools. De los departamentos ahí en la vuela lo llaman y él con otro veterano van y los arreglan. Pero si sale una changa de arreglar una maquinita, él va. Las maquinitas son la vida de él, y él quedó muy mal cuando tuvimos que cerrar. Extraña hasta ahora y él invirtió mucha parte de su vida en eso. Si es por él, ahora, abre un local.
Agradecemos enormemente a Rafael Silva por dedicarnos su tiempo para esta llamada y por proporcionarnos valiosos datos para nuestro sitio, entre ellos la información de los locales Burbujas y STOP Atracciones. En breve procuraremos hablar con su padre para traerles más historias de uno de los locales de maquinitas más recordados de Paysandú.
Los dejamos con algunas divertidas anécdotas que quedaron desperdigadas a lo largo de la conversación. ¡Hasta la próxima!
Rafael: Tengo una anécdota de los flippers, que se las hago media cortita ahora. Había un flipper de Batman que era muy famoso ahí. Todo el mundo quería jugar y era el que más se llenaba. Y claro, era una época en que los primeros que estaban en el ranking eran unos dioses. Yo era uno de los que estaba siempre primero, ¿pero por qué? Porque hacía trampa. ¿Cuál era la trampa que hacía y que un día me descubrieron y me querían matar? Cuando no había nadie, tipo al mediodía, yo le sacaba el vidrio a la máquina. Entonces nunca perdía una bola y tocaba todo con la mano. Y un día va y me ve uno. Me dice: “con razón estás primero”. Me quemó por todos lados. Era el top yo y quedé allá abajo, el peor de todos.
Rafael: En la misma cuadra teníamos el kiosco Paula, que estaba abierto hasta la madrugada y tenía de todo. ¿Pero qué pasaba? Yo no podía ir hasta ahí. ¿Entonces qué hacia? A cualquier gurí que había en la vuelta le decía “¿Che te animás a ir al Paula a traerme algo?” Le daba una ficha y claro, se corrió la bola. Después tenía un ejército ahí de mandaderos y los tenía parados al lado preguntando “¿Precisás algo del Paula?”. Cualquier mandado ellos iban con tal de tener una ficha o dos. Pero ta, las anécdotas esas, con los gurises siempre que nos juntamos terminamos hablando del Gauchito.
Rafael: Mirá, nosotros, cuando voy a Paysandú, que nos juntamos el Mauri, Valery, todos esos amigos, que somos todos de la misma época y la mayoría nos conocimos ahí, es siempre lo mismo: hablar del Gauchito, hablar de las anécdotas de ahí. Porque hay un millón de anécdotas y ta, viste como es, cada año que pasa le vas agregando algo a la anécdota. Pero la verdad es que las maquinitas tienen un millón de anécdotas, porque ta, estábamos todo el día ahí, ¡pasaban cosas! Todo sano: anécdotas de gurises que las madres los iban a buscar y los sacaban de los pelos, agarrar gurises metiendo plomo y que después te pedían por favor que los dejes entrar, diarieros que te cambiaban el diario por la ficha.