Así describe Jaime Lasso a su salón de maquinitas, STOP Atracciones, ubicado en la Barra del Chuy. Y no es para menos, STOP Atracciones ha sido parte del balneario desde el verano de 1970-1971. Hoy les voy a contar sobre este mítico salón que tuve el honor de conocer el verano pasado.
STOP Atracciones funciona desde hace 53 años en la esquina de Avenida Uruguay y Calle 7, en el balneario más al sureste del país. Allí hace la suerte de centro de entretenimientos y club social durante los meses de verano. Rodeado de un par de pizzerías y un salón bailable que, al menos durante mi visita, no funcionaba; STOP Atracciones transforma esa esquina en el punto neurálgico de las noches de la pequeña localidad. Conversando con Jaime, su actual dueño, le confieso que me sorprendió estar en un lugar donde el salón de maquinitas sea el punto con más movimiento de la noche. Parecía que toda la gente estaba ahí, ya sea adentro, jugando a las máquinas o al pool, afuera en los futbolitos frente al salón, o mismo en las calles que rodean la esquina, disfrutando una bebida o tal vez esperando el turno para jugar una partida en el tejo. Literalmente se veía como “el punto de encuentro”.
“Hay una canción”, me cuenta Jaime, “que hizo un cantante de Treinta y Tres que cuenta la historia de la movida del verano de la Barra. Dice «Vas a Chuy, andás en Casa Samuel, después nos vamos a lo de Vagner a jugar al voleibol, después nos bañamos y vamos al STOP a jugar a las maquinitas o al Rancho a jugar un gofo, y después terminamos en Saveiro.»” No conozco esos otros lugares que menciona, de hecho no estoy seguro de haber escrito bien sus nombres, pero el punto queda claro: STOP Atracciones es parte del folclore de la Barra.
Todo se remonta a 1970 cuando su padre abre el salón con futbolitos de su propia fabricación. “Llegó a armar 150 y esos son 7 de los que quedan” me cuenta, señalando los futbolitos que se ven en la entrada. Luego fue trayendo carolinas, tragamonedas, los primeros flippers, y hasta una “pista de carreras de 8 metros de largo como la del Parque Rodó”. La esquina donde se ubicó era muy diferente a como se ve ahora: “un bañado ahí en frente, una casa de teja en la esquina, y mucho monte” recuerda Jaime.
El local sufrió dos cierres temporales durante la dictadura, causa de la prohibición de los futbolitos en una instancia, y de los tragamonedas en otra.
Funcionando a la par con el local de la Barra hubieron otros también manejados por la familia, todos llamados STOP Atracciones: Piriápolis, Aguas Dulces, y Punta del Diablo. Mientras Jaime va involucrándose en el negocio familiar, trabajando en reparación de flippers para uno de los proveedores de su padre y atendiendo alguno de los locales durante el verano; su padre ve que llega la hora de retirarse y pasar la batuta a sus hijos. En 1985 Jaime queda efectivamente a cargo del salón de la Barra, su favorito de todos los que administraba con su familia, y hasta el día de hoy lo atiende todos los años desde el 24 de diciembre hasta el 28 de febrero.
Las máquinas disponibles en el local también hablan de su historia. Desde los futbolitos que vieron nacer al salón, pasando por flippers que empezaron a aparecer en el 74, un Space Invaders que el padre de Jaime trajo en el 80 desde Estados Unidos, hasta el Daytona 2 que fue lo último que se instaló. Pero no solo las máquinas han cambiado, sino también la forma de jugar. Hoy día, con máquinas que cada vez son más difíciles de reparar y jugadores que no están acostumbrados a la dificultad extrema de los juegos de antes, se cobra una ficha cara y se baja la dificultad para hacer la experiencia menos castigadora pero no menos lucrativa.
Como hoy en día la ficha es tan cara, la liberás. Por ejemplo yo la Street Fighter la dejé bien fácil, entonces vienen los veteranos y dicen “pah, la di vuelta”, quedan locos de la vida, le enseñan al gurí; y hacés que la máquina trabaje. Si lo matás enseguida no juegan más.
“Si habrán pasado flippers y máquinas por acá” me dice, rememorando las mejores épocas del local, que según su testimonio se dieron entre el 85 y el 95. Durante esos años solía abrir cada verano con máquinas nuevas. A su proveedor, que también era su empleador el resto del año, le era más rentable darle a Jaime esos dos meses libres para abrir el local y poner las máquinas a trabajar. “En esta calle no podías caminar, mucho menos andar en auto, de la gente que había. Eran tres mil o cuatro mil personas en la calle y todo lleno. Futbolito después de las 7 de la tarde no agarrabas hasta las 11 de la noche.”
Las mejores épocas del salón están claramente atadas a las mejores épocas del balneario. Jaime prosigue: “Algunos dicen «se fue la época de la Barra», pero yo digo que son vueltas. Nos tocaron 10 años, fue un disparate. Después le tocó a Punta del Diablo, ahora había arrancado La Paloma, La Pedrera y esos. Ya nos va a tocar de vuelta. Por algo hay un hotel ahí que tiene 80 años, porque fue un auge grande que luego volvió.”.
STOP Atracciones, o simplemente “El STOP”, muestra hoy, para mí, un esplendor inusual. Tal vez no sea su mejor momento, pero al parecer todo vuelve.